lunes, 11 de noviembre de 2013

-* Festejando mi cumpleaños 70 (!)




Es mejor derramar un poco de vino que olvidar en donde quedo la botella de vino!
En realidad no recuerdo ningún cumpleaños en particular. En tercer año de bachillerato te llovían invitaciones con letras doradas "Celebramos los 15 años".  Diez años después, comenzaron los matrimonios. Luego llegaron los cumpleaños de los hijos, de los amiguitos de los hijos, de los hijos de los amigos. Después todo se volvió más tranquilo, los cumpleaños de los nietos de 5pm a 7pm y adiós.

Hasta que alguien inventó FESTEJAR EL CUMPLEAÑOS 70. Y fue genial. ¡Sí señor! Es casi, casi la Fiesta de la Nostalgia.  De pronto nos invitaron a uno, justo cuando hacía mucho tiempo que no teníamos una salida formal.   Había que ir bien trajeados; tocó alquilar vestidos para ir bien pomposos.  Llegado el día, fuimos al encuentro de los compañeros de una generación pujante y vital. Llegamos, saludamos a Miguel, el festejado, y a otros amigos y todo bien hasta ahí.
Cuando sirvieron los platos calientes, que se comían de pie, comenzaron los problemas:
- Chicharrón en salsa verde.
- Ají hecho con la receta original. - Camarones en salsa de ajo.

Todo bien servido a 200 comensales que, apretaditos y de pie, sosteníamos un plato caliente con una mano, el tenedor con la otra, el vaso de whisky con la otra, saludábamos a un amigo con la otra, con un leve pero persistente temblequeo de Párkinson en todas las manos a la vez...

El desparrame de salsas fue inevitable.  Me mancharon el traje tres veces, una con salsa roja, la otra con aroma de ajillo y otra con una crema espesa  Al fin, pasamos al salón principal.  La conversación en la mesa se fue poniendo buena…todas las frases comenzaban con:
-¿Te acuerdas de...?
-¿Tú estabas el día que...?
-El que no está bien es...
-¿Sabes quién tuvo otro nieto...?
-¿Supiste quién se murió…?

Cuando alguien trataba de recordar quién hizo tal o cual cosa en los años 60, aparecían los:
-¿Eeeehhhh?
-¿Cómo era?
-Cómo se llamaba ese pisco?

Y las conversaciones fueron más o menos así:

- Y ustedes, ¿ya tienen nietos? (Preguntó un invitado moviendo la dentadura postiza)
- Sí, una.

- ¿Dos nietas ya?
- No, una sola.
- ¿Dos varones?.
- ¡UNA, UNA NIETAAAA!
- ¿Neneta? Qué bonito nombre. Disculpa que no te escuche bien. Están poniendo la música muy alta.
- Acá tengo una foto de mis nietecitas, le dijo mi mujer a otro invitado.- Ni te molestes en mostrármelas, sin los lentes no veo nada.

La fiesta estaba bien buena, el disc jockey pasaba de "Yo también tuve 20 años'' a "Cali pachanguero" y de "La Lambada" a "Los caminos de la vida".

Desde la pista me hacía señas un calvito que ya muy animado por los tragos, hacía de locomotora para que saliéramos a bailar formando el trencito.  Dos veces traté de levantarme y dos veces me sentaron. Porque las dos veces mi mujer me pegó unos buenos pellizcos y me gritó en secreto al oído:

-Espérate a las lentas, porque si bailamos éstas, se nos descose todo el arreglo de los trajes. ¿Por qué no vas a fumar un cigarrillo afuera con Carlitos y Oscar?  (¡Qué tiempos aquellos!  Pero desde los días de universidad, los muchachos y yo no habíamos vuelto a fumar maracachafa).

-Ahí viene el mesero, ¿te pido algo?
- Sí, pídeme un trago largo de Milanta plus, y un par de aspirinas batido con bastante hielo. Estoy que devuelvo todo lo que comí. Ya vengo.
- Mi amor, (me dijo mi mujer cuando me paré) llévate el celular por las dudas y llévate, también, este papel con el número de la mesa anotadito sino después te la pasas buscándome por todo el salón.

El baño estaba de lo más concurrido, flojos de vejiga y prostáticos agrandados nos encontrábamos a cada rato en los orinales. ¡Eso sí que estaba divertido!


Desde adentro, el tipo del micrófono avisaba que había aparecido una señora llamada Carmencita y no encontraba su mesa y que estaba junto al tipo que ponía la música. Que fueran a recogerla ahí.

Fue una fiesta inolvidable, a las 11pm nos tomaron la presión a todos y un enfermero atendía sin costo a los que se sofocaban bailando. Héctor, el cardiólogo hacía bajar la presión de los más graves, con pastillas sublinguales. Por suerte no fue necesario utilizar el aparato para electrocardiogramas ni tampoco el DEA (desfribrilador externo automático).


Para tranquilidad de todos avisaron que una ambulancia hacía guardia pasiva en la puerta del salón. Junto con los souvenirs, en un detalle realmente novedoso, (Miguel es un detallista) a los que queríamos seguir tomando cerveza nos iban entregando pañales desechables.

¡Formidable invento esto de los cumpleaños 70!

Y que se pongan de moda justo ahora, que todavía estamos hechos unos potros, ¡es algo increíble!


(Si vas a reenviar este mensaje, deja la letra grande, pues la mayoría de tus amigos no ven ni por la familia)

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